Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

19 setiembre 2007

Todos mentimos bien los viernes por la noche

A veces me gustaría saber escribir canciones. Me gustaría que esas canciones fueran en inglés, será porque es un idioma que no domino como quisiera o porque tengo la sensación de que la misma letra escrita en inglés es precariamente superior a una escrita en castellano. De ahí mi extrañeza. Pero no sé escribir canciones, ni tampoco sé otro idioma. Por eso me tengo que conformar con imaginar un ajuste de cuentas con la idea de Babel. Entonces sigo escribiendo, con frecuencia desconfiando de la punta del lápiz que me ve venir y siento que sospecha. Lo apoyo sobre la hoja, firme como una niña que traza líneas de colores con furia de crayola. Hoy no puedo escribir relatos. No es cuestión de inspiración porque me gusta creer en que no creo en ella. Así que termino pensando que mi estilo se aburrió de mí. No me fuerzo. Tengo un libro ahí sobre la mesa que me está esperando hace días.

El libro se llama Héroes. Para empezar un buen título. El autor, Ray Loriga. Tiene nombre de protagonista de serie yanqui de principios de los noventas tipo Who is the boss? Sin embargo no deja de ser un nombre carismático. Empiezo a leer Héroes en una clase de literatura latinoamericana. Y cuando me doy cuenta el profesor ya está mandando la pausa, el corte. Yo sigo prefiriendo recreo. Afuera una compañera me pregunta “che, ¿qué leías? Seguro que El Facundo no era…se te veía contenta”. Y yo le contesto que no, que efectivamente estaba leyendo algo que dista lo suficiente de la literatura caudillesca rioplatense del siglo XIX. Entonces me pongo a hablar de Loriga, con la humildad y sabiduría que me acreditaban las 34 páginas que había leído. Cuando uno lee 20 páginas y cierra el libro ansioso por volver como cuando metés la pausa en medio de una película, es porque el libro es decididamente bueno, o al menos, tus grados de emoción están direccionados a su favor. Eso me pasó con Héroes. Una ficción breve y demasiado certera para estados de ánimo con forma de puzzle importado de Shanghai. Si bien el libro es una novela y como tal responde a un hilo conductor que hilvana los capítulos, éstos son tan breves y directos que se pueden leer por separado como una unidad en si. Una vez mirando la serie CSI como si se tratase de una epifanía catódica, descubrí de qué manera los tipos analizan las balas que se usaron con el arma en la escena del crimen. Para eso hay que meter el revólver en una especie de máquina que retiene la munición en un gel especial. Si un día me dispararan no quisiera que la bala me atraviese con velocidad de prueba. Así son los capítulos de Loriga. Trayectoria y forma en un solo tiro. La efectividad de esta novela se apoya sobre todo en el uso que el autor hace de cada frase, justificando a través de ellas la excelencia de un capítulo entero. Loriga no es la revelación de los años noventa, pero sabe frasear con la precisión de las buenas canciones.

De forma austera aparece la dedicatoria del libro: A Ziggy. Tengo un indicio y ni bien empiezo a leer me encuentro con sus nombres. Allí están Bowie e Iggy Pop y no serán la única vez que aparezcan. De inmediato me acuerdo de Kureishi o de Welsh y de toda la literatura que recurre al estado icónico del rock para generar un background o un anclaje de sentido. Entonces el protagonista de Héroes se convierte momentáneamente en un Renton sin Heroína, subido a la calesita de privaciones y deseos en la que se ha convertido su cuarto. Y sigo leyendo a Loriga. Aunque ahora ya voy más páginas y estoy en la clase de literatura latinoamericana y leyendo me dieron ganas de volver a escribir. Y pienso que Héroes es como una gran letra de The Velvet hecha novela y escrita en castellano. Y luego me doy cuenta que mi percepción no debe estar muy lejos de eso. El protagonista sueña con Lou Reed, pero es consciente en su propio sueño de que Lou Reed no tiene ganas de que nadie lo ande soñando.

Cruzamos los Estados Unidos sentados sobre un vagón de metro amarillo, no tardamos ni media hora. Saludábamos a los niños con la mano. Nos habíamos comido tantas anfetaminas que nuestras cabezas llegaban a las estaciones mucho antes que nuestros cuerpos. Todos tenían historias de amor tristes que contar. Lou Reed viajaba con nosotros, pero no nos hacía mucho caso. Él tenía sus propias historias. Alguien dijo: “deberíamos bebernos su sangre”. El tren iba tan deprisa que no podías escuchar tu corazón agitándose como un taladro neumático. Lou Reed ni siquiera se despeinaba, pero nosotros habíamos perdido nuestros sombreros. Uno dijo: “deberíamos joder con él” Lou Reed se había quedado dormido y soñaba uno de esos sueños extraños que se sueñan cuando estás dentro del sueño de otro. En su sueño el tren era aún más rápido y hacía ya tiempo que había salido de los Estados Unidos. El viajaba solo encima de su vagón de metro amarillo. Iba tumbado sobre el vagón soñando con escapar de mi sueño. Decía: Tío, no dejaré que me toques. He escuchado lo que alguno de los tuyos quería hacer conmigo. Yo le decía: no tengo nada que ver con eso. Pero él se enfadaba aun más y decía: Tío, este es tu sueño, este es tu jodido vagón de metro amarillo y estos caníbales colgados son tus amigos. Yo le decía: Si pudiera soñar lo que quiero, estaríamos tú y yo solos sentados en silencio como los niños que esperan ser amigos. El decía: eso está muy bien tío, suena muy bonito, suena como si llevaras diez años sin echar un polvo, puede que seas un buen chico, pero si todos los buenos chicos me metieran en sus sueños sería como estar muerto. Preferiría que bebieses mi sangre, me jodierais y acabaseis conmigo de una vez. Todos creéis conocerme bien, pero al final todos queréis que cante Walk on the wilde side con la boca llena de espaguetis. Mira chico, mejor déjame comer tranquilo y luego dime cómo coño se sale de aquí. Volé hasta Nueva York después de bombardear mi casa con anillos de plata, le arranqué una sonrisa a un policía que murió desangrado, le regalé una diana al tipo que consiguió matar al Papa, los abrazos de los míos me hacen sentir como un extraño, una vez soñé con Lou Reed, pero no puedo jurar que a él le gustase mucho estar en mi sueño.

****

Todavía no aprendí a escribir canciones, pero me importa menos que al principio.

|
Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com