Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

01 setiembre 2007

Hierro 3

Entonces un día te despertás y mirás el fondo del vaso. Está vacío, no hay contendido, ni manchas, ni huellas. Está vacío como las sábanas de ahora, retazos de tela llana sin autitos estampados ni inmaculadas Sara k. Empezás a escribir en un papel que dejaste arrugado ayer de noche pero sabés que lo que no fue tampoco será hoy. Lo volvés a arrugar y lo tirás por la ventana. Fantaseás con la idea de que alguien lo encuentre y te imagine, teniendo como pista la única línea que llegaste a escribir. Tu seducción solo admite puntos ceros, limitaciones, epidermis. Pero sabés que no va a ser así. Sabés que nadie va a agarrar ese papel, sino que se va a juntar con el resto de la mugre que en esa ocasión pase por la vereda. Y sabés también que la frase que escribiste morirá contigo, como verdades absolutas de realeza medieval.

Las máquinas de humo nunca habían acaparado mi atención. Hasta ahora. ¿Cuál es la función de una máquina de humo? Un aparato relativamente pequeño, con un interruptor y un orificio por donde sale su producción. Voy a una fiesta y apenas entro la prenden. La máquina de humo es la sustituta del disfraz. Es la máscara del carnaval de Venecia… oculta, altera y seduce con egoísmo de cuidad sumergida. La máquina de humo no sirve para otra cosa que no sea convertirse en metáfora de sí misma. Si yo tuviera una máquina de humo en mi casa, apretaría el interruptor con frecuencia de estado de ánimo. Eso sí, si me dan a elegir, preferiría que el humo blanco tenga olor a duraznos. Si es a mandarinas, entonces me gustaría probarla en Francia.

La cajita de música se hizo pedazos el otro día. En esos momentos es cuando mirás al piso y te das cuenta que las cosas lindas son ciertamente frágiles. Entonces, mientras recojo los pedacitos de espejo y rescato a la bailarina con vestidito de terciopelo a cuerda, decido que nunca más voy a tener cosas tan lindas, porque tenerlas implica saber que se van a hacer mierda en el primer descuido. Ahora la bailarina me mira desde arriba de una repisa. A veces creo que siente pena, y a veces odio. Yo por las dudas la encierro bajo un vaso antes de irme a dormir. No vaya a ser que uno de estos días toda la belleza que alguna vez rompí intente vengarse solapadamente.

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