Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

12 diciembre 2006

Decididamente suave


Descolgué el teléfono. Ahora el apartamento está más vacío que en su habitual costumbre de vacío. Miro mis pies y mis piernas. Estoy sentada sobre un parquet que necesita un poco de brillo. Nada en el apartamento tiene brillo, excepto el mango de la heladera que veo desde acá. Es vieja, pero sobrevive. Estoy en una oscuridad intermitente, es la marquesina del bar que me dispara un olvidado y vigente neón. Miro mis piernas y las toco. Tendría que depilarme pero la gillette está demasiado lejos ahí en el baño. Noto un pequeño movimiento. Las partículas del parquet se ven amenazadas por una cucaracha que viene en mi dirección. Pienso en Gregorio. Repito ese nombre en voz alta y considero que es horrible. Pienso en un novio que odiaba a las cucarachas. Me hice experta en el exterminio de las mismas. Ahora no quiero matarla. No tengo ganas de barrerla y además estoy descalza. Mis piernas desnudas están demasiado expuestas. Me despego un poco del piso y la dejo seguir. Soy como un puente, ella pasa por debajo. Estoy segura que si pudiera me lo agradecería.

Rojo...verde...ahora azul. Nunca pude estar completamente a oscuras en este lugar. Acá la noche nunca es definitivamente noche. Lo artificial no está tan mal hasta que la costumbre lo vuelve natural. La marquesina es mi jodida luna y mi jodida estrella. Con los del bar de abajo la relación es casi nula, excepto porque fabrican unos capuchinos que carecen de competencia. El bar de abajo cierra tarde y todavía escucho las voces de dos coreanos que no paran de hablar. Supongo que son coreanos. Tal vez no. Está bien, hay cosas a las que no me acostumbro.

Mi baño tiene piso de panal en blanco y negro. Es lo mejor del apartamento, sin dudas. Me miro al espejo tratando de invocar el sueño pero no lo logro. Me acuerdo de mis piernas y entonces abro el botiquín. Artículos variados, casi todos vacíos, como el apartamento. Una espuma de afeitar que pertenecía al novio que odiaba a las cucarachas. Es como un aerosol. Lo agarro y lo agito. Aprieto el botón y la espuma salpica mi cara y el espejo. Tiene rico olor. Me hace acordar a él. Aprieto nuevamente el dispositivo y me lleno la mano de espuma. La espuma se traslada a mi pantorrilla que ahora está semi perpendicular al bidet. Apoyo el filo en el tobillo y lo deslizo hasta la rodilla y así varias veces. Ahora la otra pierna. Una vez más. Casi un acto de amor. Con la toalla de mano me quito los restos de espuma. Me voy a hacer adicta a la espuma de afeitar. Suave. Decididamente suave. Ahora que estoy de vuelta sobre el parquet lo noto.
Rojo...verde...ahora azul. Los coreanos no pararon de hablar. Gregorio no volvió a aparecer y yo todavía no colgué el teléfono.

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