Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

10 agosto 2006

NUESTROS NOMBRES

Tengo una compañera de clase que se apellida Bukowski. No sé si es más importante que llamarse Ernesto, pero... en fin. Estaría bueno que a esta compañera no le guste Bukowski (el autor) y por lo tanto reniegue de su apellido. Yo que sé. El apellido de uno es un suceso extraño, ni siquiera es algo que se le ocurrió a tu madre cuando te tuvo en brazos y dijo: “¿no tiene cara de Pedrito?”; es algo peor, algo que se arrastra forzadamente a lo largo de la historia sin que uno pueda deshacerse de él, te guste o no. Y cuando los apellidos tiene connotaciones... o da la casualidad que te apellidás igual que un torturador y tenés que vivir con la sospecha de todos aquellos que escuchen tu nombre. Esa gente seguro no la tiene fácil en el registro de la cédula. Pero cuando te apellidás como un escritor algo pasa. O vivís renegando internamente porque realmente no te gusta, cada vez que alguien te dice “che, te llamás como el escritor” o no tuviste otra que leerte todas las obras del tipo, y auto convencerte de que te gusta para llevar tu apellido con el orgullo que eso implica. Sea como sea, no hay nada como los apellidos que aparecen en las leyendas de la fotos de la revista Galería. Cuando uno ve eso saca las conclusiones de que a cuanto más apellidos más abultada la cuenta bancaria, más caras de chetas feas y más alto el nivel de caretaje. Ni hablar del chetaje apellidado Pérez o Rodríguez... ahí el segundo apellido tiene que salir sí o sí. Supongo que en este caso la desgracia más grande de un hijo de Pérez debe ser que su madre también se apellide Pérez. “Familia Pérez Pérez” una excelente leyenda para las fotos de Galería. Es así. El apellido puede llegar a ser motivo de orgullo para uno y karma para muchos otros. En el liceo tenía una compañera de esas que, además de ser lindas, saben que lo son. Una vez íbamos saliendo del liceo al encuentro de su cita a ciegas. Me agarró del brazo y me dijo al oído: “Por favor, no le digas mi apellido”. Yo guardé el secreto, aún sabiendo que se apellidaba Sardina.


*****


De regalo con esta edición un poema de Bukowski:
(Algo que nunca te van a enseñar en la Licenciatura en Letras)


Que risa

Sería bueno salir
de acá,
irse,
reventar, huir
de los recuerdos de todo
esto,
pero quedarse tiene su
sabor también:
todas esas nenas que
creían estar
muy fuertes
y ahora viven en sucios
departamentos
mientras esperan
el próximo capítulo
de la telenovela,
y todos esos tipos
esos que de veras
creían
que iban a conseguirlo,
sonriendo en el
álbum del colegio con sus
caritas lozanas,
ahora son
policías,
empleados,
encargados del puesto
de choripanes,
peones del hipódromo,
huellas en el
polvo.

Es bueno quedarse
por acá
y ver qué
les pasó a
los demás-sólo que
cuando vayas
al baño,
evitá el espejo
y
no mires
lo que el agua
se lleva
cuando tirás
la cadena.

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