Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

10 febrero 2008

Barfly

Atravieso la puerta y de inmediato vienen hacia mí, como un enjambre caprichoso, las imágenes de todos esos bares. Recurrencias de un humo que parece ser siempre el mismo. Niebla que sobrevuela mesas ocultando caras que quieren ser anónimas. Y pienso que no hay relatos desolados sin bares. El desprecio es un animal de caza que inverna tras la barra. En un bar como este el sonido de vasos es lento y pesado, porque acá las copas no se apuran, se hacen durar para tener la excusa de permanecer. Me gusta imaginar que este sitio es un refugio de perdedores que se equivocaron de senda. Acá los borrachos son de esos que no tienen promesas y que exhiben lo que queda de su suerte con los rastros de implacables dedos amarillos.
Pienso en Tom Waits e imagino canciones que tose un tocadiscos que no existe. Y veo a Jangling Jack en su taburete pretendiendo ser rey en un lugar despojado de fieles. Y Bandini que me mira desde el fondo, no sabe si quedarse con su vaso o con mis piernas. Las cruzo para él, pero no gano.
La barra sucia y pegajosa es el altar de la última plegaria. El dios de ocasión en acto milagroso reparte gotas ásperas. Un poquito de olvido en todas las gargantas.
Arriba la misma luz encarcelada entre insectos que miran distraídos como ángeles sin capas. Allá en el fondo hay un tipo que balbucea historias en busca de atención. Al mirarlo parece entusiasmarse y levanta la voz, tal vez creyendo en que alguien sigue el hilo del relato. El tocadiscos se detiene y el tipo sigue hablando, nadie lo mira excepto yo. Tom Waits atraviesa las mesas buscando líos que solo acabarán con algún que otro vaso náufrago en el piso. Y me vuelvo a ir. Camino despacio hacia la puerta mientras voy dejando tras de mí el humo del cigarro que me protege y los vidrios de una escena casi perfecta.

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