Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

01 marzo 2008

Contratapas

Convengamos, el día en que decidí aceptar este trabajo supe que me estaba condenando para siempre a la ausencia pública de mi propio nombre. Mi jefe de inmediato captó mis aptitudes de buen redactor, sin embargo no fue eso lo que más valoró, sino el hecho de que tengo una inexplicable capacidad de condensar en unas pocas líneas el sentido de cualquier obra. Mi “fama” es una virtualidad. Miles de lectores alrededor del mundo intuyen que debe existir alguien que realice este tipo de trabajo, pero lo cierto es que a nadie le importa averiguar de quién se trata. Entonces digamos que mi lugar me lo gané desde el más absoluto anonimato y alimenté egos y reputaciones ajenas hasta límites de los que yo mismo no soy conciente.
Cada vez que llego a mi trabajo hay, sobre mi escritorio, no menos de cinco o seis manuscritos que a esas alturas ya están en vías de impresión. Mi ocupación, modesta e ingrata, consiste en escribir las contratapas de los libros. Solo me contratan para las primeras ediciones, pues si el libro en cuestión tuvo éxito y con ello, oportunidad de ser reeditado, mi tarea o bien es rescatada de la primera edición o es simplemente sustituida por fragmentos de críticas periodísticas que hayan aparecido en alguna publicación que legitime su importancia.
Si se trata de una novela de ciencia ficción, por ejemplo, mi misión consiste en delinear algunas frases del estilo: “en un lugar intermedio entre Huxley y K. Dick esta novela confirma la idea de que todavía no se ha escrito la última página del género.” Si se trata de un compendio de relatos de terror siempre es bueno recurrir a los referentes obligados para otorgarle al novel escritor una cierta jerarquía, entonces me queda por sentenciar algo así como “esta colección ofrece a sus lectores las ‘narraciones extraordinarias’ de la ficción contemporánea”.
Eventualmente llegan a la editorial manuscritos que decididamente se merecen una contratapa que traiga a un primer plano la calidad de sus páginas, pero lo cierto es que la mayoría de las veces tengo que esforzarme en inventarle al libro atributos de los que realmente carece. Hace un rato terminé de leer uno de ese tipo. Y estoy escribiendo esto aún sabiendo que tengo que tener mi trabajo terminado dentro de una hora. Mi jefe acaba de venir a presionarme y no pude decirle lo malo y desprovisto del mínimo valor literario que me pareció lo que acabo de leer. Mi trabajo también consiste en hacer de las mentiras un verosímil permanente.
En ocasiones camino entre los pasillos de las librerías y observo a la gente leyendo mis contratapas. En esos momentos experimento una sensación de estrella muda y sin nombre que no puede hacer otra cosa que no sea seguir escribiendo. Sí, lo sé. Tengo trabajo pendiente. Encontraré una vez más la forma más encantadora de volver a mentir.

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