Escrito en la ventanilla

V:-“¿No es curioso cómo la vida deviene en melodrama? Lo es todo, la perfecta entrada, la gran ilusión, lo es todo, y voy a armar un buen espectáculo. Verás, han olvidado el drama, abandonaron sus textos, cuando el mundo se marchitó bajo las candilejas nucleares. Voy a recordárselo. El melodrama. Los folletines y los seriales. Verás, el mundo entero es un escenario y todo lo demás... es vodevil”

04 marzo 2006

A game of you



Hace al menos un par de años saqué de la biblioteca el libro “A sangre fría” de Truman Capote. Junto a él también había sacado “Rayuela” de Julio Cortázar. Al empezar por éste último y considerando el lapso que la biblioteca me acreditaba, devolví el primero sin haberlo leído. Lo único que había leído de Capote era “Música para camaleones” pero sentía que con a “Sangre fría” tenía una deuda especial. Sobre todo me generaba gran interés eso de que fuera considerada una “no fiction novel”, y más aún teniendo en cuenta que se le atribuía al autor haber creado ese género. Pasó el tiempo y pasaron ante mí otra cantidad de obras. Capote, como dije, seguía siendo una deuda pendiente.

Hace algunos meses llegó a mis manos un post impreso del blog Fuck you tiger en donde se planteaba una polémica en torno al autor con un título que me fue imposible ignorar: “Truman Capote, una rata”, era la invitación del post. El cuestionamiento ponía en evidencia las motivaciones éticas de Capote cuando escribió “A sangre fría”. Nada se sabe de eso en la novela, porque el narrador no aparece en primera persona cuando cuenta los hechos que lo involucran directamente. De más está decir que por este entonces ya no pude postergar mi acercamiento al libro. Lo leí inevitablemente con todas las connotaciones que la renombrada polémica exigía. El argumento es por todos conocido: 1959, Kansas, asesinato de una familia entera, búsqueda de los asesinos, juicio y muerte. Capote logra sustraer la materia prima del hecho concreto y procesarla de tal modo, capaz de crear un estilo completamente único. Sólo Capote podría haber escrito “A sangre fría” y aunque suene arbitrario (de hecho sólo Baudelaire podría haber escrito”Las flores del mal” y así al infinito) no lo es, pues sólo Capote pasó por amigo de Perry Smith, el protagonista de la historia.

El 24 de febrero se estrenó “Capote” película sobre el autor situada en la época donde éste escribe “A sangre fría”. Ya lo dijo Wilde: “Al público no debería contársele la vida privada de hombres y mujeres. El público no tiene absolutamente nada que ver con eso”. Máxima que Hollywood no parece tener en cuenta, sobre todo en los últimos tiempos en donde la palabra “biografía” sin dudas suena rentable, y más si el sujeto de la misma viene con conflictos de tipo “ético” bajo el brazo. Lo mejor de la película (sé que con esto no descubrí la pólvora) es la interpretación del actor que se pone en la piel de Capote, Philip Seymour Hoffman. Vale aclarar que existe un doble filo en esta afirmación. Uno puede considerar la buena o mala interpretación de actores que representan personajes originales ya que en ese caso no hay punto de comparación con un referente real. Capote muere en 1984, año en el cual quien escribe cumplía su primer ciclo de vida. Nunca vi al escritor en mi vida aunque más no fuera en algún documental, es decir, no baso la buena o mala actuación de Hoffman en una comparación trazando meras líneas de similitud; pero sí en el carácter inquietante de su interpretación. En el cine pagaste una entrada y si la película resulta un fiasco, no te queda otra que seguir mirando hacia delante. Sucede así, es la pantalla, la decepción y vos. No es el caso de “Capote”, no tanto por la película como sí por la actuación de Hoffman que destierra cualquier bache de indiferencia, pero sin caer en la exageración, logrando que el personaje se vuelva verosímil y no sobreactuado. Sin dudas la personalidad de Truman Capote es por lo menos ideal para ser plasmada en un largometraje de estas características. Un dandi gay de los años cincuenta, con una personalidad tan egocéntrica como frágil y a esas alturas periodista y escritor a punto de consagrarse definitivamente, son características para un protagonista perfecto dentro de la lógica hollywoodense. Y más considerando que la película se centra sobre todo en la ambigua relación que el escritor entabla con el protagonista de su libro, el asesino Perry Smith. Es ahí dónde se genera el mayor conflicto de la historia.

El transcurso de la película es lineal. No hay flash back ni preposteración. Son cuatro los años que transcurren desde que Capote conoce a Smith hasta que pone punto final a su libro. En el medio se hace amigo de Perry visitándolo asiduamente a la cárcel con el fin de recavar información para su obra.

En base a esto Capote empezó a avanzar en sus escritos pero había una piedra angular que le faltaba para concluir su historia: necesitaba escuchar de boca de Perry qué había sucedido aquel catorce de noviembre de 1959 en casa de los Clutter. Smith se negaba a contarle lo sucedido, por lo que Capote intercedió ante la justicia para que les aplazaran la pena a los asesinos que estaban condenados a muerte. Nunca pasó por la mente de Perry que ese no había sido un gesto de amigo sino una coartada por parte del escritor. Finalmente Smith le cuenta a Capote lo sucedido el día de los crímenes, confesándole que había sido él y no su compañero Dick, quien había disparado uno por uno a los integrantes de la familia. Capote había logrado lo que hacía cuatro años le quitaba el sueño, la confesión de su protagonista, columna vertebral del libro que lo consagraría. En una oportunidad Perry había preguntado a Capote cuál era el nombre de su libro, el escritor le contestó que no lo sabía cuando en verdad unos días antes le había dicho a Dewey (el investigador del caso) que su obra se titularía “A sangre fría”. Es decir, Capote ya tenía ese título (que no era cualquier título) para una historia que tenía como protagonista a un sujeto que lo consideraba amigo. Ahí aparece el conflicto ético de “Capote”. Porque una vez que tuvo concluido su libro, los asesinos todavía seguían vivos en la cárcel y con posibilidades de que les aplazaran nuevamente la pena. Capote quería publicar por lo que no intercedió nuevamente ante la justicia como en la ocasión anterior. La película, al centrarse en el proceso creativo de “A sangre fría” es un permanente desdoblamiento de la (no) ficción planteada por el autor, lo que por momentos contribuye a llenar los espacios vacíos que la misma obra impone.

Si la actitud de Capote se vuelve reprobable no es sólo por lo que denota en sí, sino porque Perry Smith, tanto en la película pero sobre todo en “A sangre fría” es un personaje ambiguo que nos da la posibilidad de una especie de identificación por rechazo. Por más sutil que sea casi siempre hay un cierto lado humano en las descripciones que Capote hace de Perry, el asesino de una familia entera.
“Trazó los medios, consiguió su fin y en el medio se encariño con Perry” podría rezar el slogan del afiche promocional. La consagración pesó más que su propia conciencia. Después de “A sangre fría” nunca volvería a concluir un libro. Algo habría quedado en el camino y las luces del éxito así dicen, cuestan luz.

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